Tras un manto de neblina, ella, la Presidenta
Por Carlos M. Reymundo Roberts | LA NACION Ay, señora, señora, volví a caer en la tentación. Lucho y caigo, lucho y caigo. Caigo en la tentación irresistible de hablar de Usted. Entiendo perfectamente que sea el centro de nuestro sistema solar, un imán al que se va y se vuelve una y mil veces, pero me gustaría ocuparme también de otros astros. Por ejemplo, de Moreno, al que le debemos tanto; de Boudou, que nos debe tanto; de La Cámpora, cuyos jefes están ganando tanto. Tanto prestigio. Pero no lo consigo. Usted, nuestro Sol, me abrasa con el calor de sus palabras y sus acciones, y yo vuelvo a rendirme y a dedicarle mi columna. Me da la impresión, además, de que es lo que la gente está esperando. Me lo dicen siempre en la calle: "Vos que la conocés, vos que la tratás, hablanos más de ella, hablanos todo el tiempo de ella. Contanos cómo es cuando no está frente a un micrófono. Contanos si es cierto que es tan genia que apenas necesita trabajar cuatro o cinco horas p...