De no creer Georgetown y Harvard, en llamas por Cristina
Por Carlos M. Reymundo Roberts | LA NACION "Sos increíble, sos única", le soltó Boudou apenas Cristina atendió la llamada desde el jacuzzi de su suite en el Hotel Mandarin. "Sí, la verdad es que estuve bárbara", respondió ella, que odia la falsa modestia. "Los gringos me tendieron una trampa -continuó-, pero no sabían con quién se metían." Boudou tuvo el detalle de poner el altavoz para que yo pudiera escuchar todo. ¡Lo que disfruté! Cristina todavía estaba excitada e inmensamente feliz. Con desparpajo adolescente contó cómo había logrado sortear el cacerolazo en la puerta de Harvard. "Me avisaron por teléfono y entonces llegué una hora más tarde, cuando sólo quedaban cuatro tipos. No me digas que no soy una genia." Amado asintió, con esa convicción con que ríe, aplaude y asiente cada vez que ella abre la boca, aunque sea para matarlo. Algunos lo ven como una actitud rastrera. Yo, como vocación de servicio. -¿Cuál te gustó más, Geo...