El lunes 5 de diciembre cumplí 66 años.

Por LUIS ALBERTO ETZE


A mi edad, seguramente ya comencé a hacerme invisible para el mundo. Pero nunca como hoy fui tan consciente de mi existencia, nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca luché tanto para disfrutar de cada momento, aunque siendo medio adicto al trabajo eso me cuesta, pero quiero lograrlo por mi y por mi compañera.

No niego que los miedos aparecen, y cuando me miro al espejo, ya no busco al que fui en el pasado,… sonrío al que soy hoy, me alegro del camino andado, y agradezco a DIOS el habérmelo permitido.

Ahora se, que no soy el principe del cuento de hadas, que no llegaré a ser presidente y que mi vida ha transcurrido sin esas pretensiones que tenía a los 25. En ese tiempo, inocente de mí, pensaba que a los treinta quizá podría retirarme, hoy sigo firme al frente de mi tarea, ignorando o queriendo ignorar que no soy imprescindible, pero también sintiendo que ella para mi lo es.

No puedo decir que mi vida ha trancurrido sin pena ni gloria, dado que hubo penas y hubo glorias.

No quisiera retirarme dado que extrañaría la aventura de no saber que va a pasar en el trabajo cada día, siendo esa pese a mis quejas, una de las ventajas de trabajar por cuenta propia.

Tengo mi príncesa azul, esa para quien sigo siendo su rey, la que me extiende su mano cariñosa y amorosamente y se inclina para darme un abrazo. La que está siempre pendiente de mí, con la que peleamos quizá por la rutina de la vida, pero en la que reconozco que siempre está pendiente de lo que necesito aunque yo no lo diga , o lo que es peor no lo perciba.

Ella lo percibe por mí y siempre está en cada detalle, y aunque a veces rezongo por eso, en el fondo le doy el valor incomensurable que tiene esa forma de demostrar cariño.

Es la princesa azul a la que alguna vez le fallé, y eso me hizo aprender que no soy perfecto ni mucho menos, pero siempre pese a todas mis imperfecciones me ofrece su hombro para apoyar mi cansancio o para desahogar mis alegrías y también mis derrotas.

La que sigue enamorada de las flores y de las plantas, la que cuida cada detalle de nuestro hogar, la que me sorprende con la sutileza de un beso o con un simple “TE QUIERO”, o con el café que siempre tiene disponible para mí.

Esa mujer, con quien he compartido los mejores años de mi vida, y también los peores. Con la que compartí cuatro hijas y 5 nietos y en el balance siento que he salido ganador, porque la vida nos puso a prueba y pese a todo salimos airosos.

Por eso puedo decir como decía el poeta vida nada me debes, vida estamos en paz.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hermosa y muy emotiva narración
Anónimo ha dicho que…
Una hermosa Historia...ME EMOCIONO
Anónimo ha dicho que…
La destinataria de esas palabras debe sentirse orgullosa
Anónimo ha dicho que…
La destinataria de esas palabras debe sentirse orgullosa