La varita de Cristina


ALFREDO LEUCO

La presidenta de la Nación suele hacer verdaderos milagros. Con un solo toque de su varita mágica convierte a hombres de la derecha dura y pura en progresistas ejemplares. Ayer fue el turno de Mario Ishi, el capataz de José C. Paz. Hasta no hace mucho era un caudillo tradicional del Conurbano. Un producto típico del pejotismo, como despectivamente denominaba el matrimonio Kirchner a quienes habían sido menemistas, duhaldistas y por supuesto, kirchneristas de la primera hora. Ishi es un hombre forjado en la fragua del clientelismo mas feroz, en los aprietes violentos, en los casos de corrupción que salpican toda su trayectoria y, como si esto fuera poco, en la ortodoxia justicialista que nunca expresó interés por los derechos humanos y que siempre combatió a los que denominaban “los zurdos”. Resulta que ahora, todo cambió. Es que los Kirchner siempre se vieron a si mismos como una suerte de río Jordán que purifica a los malos y los transforma en buenos. Si estas conmigo, son la patria y el pueblo. Si estas en mi contra. son la antipatria y la oligarquía. Esto es así cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Por eso ahora Mario Ishi es una mezcla de Madre Teresa y Che Guevara. Lo único que le falta es leer a Ernesto Laclau y sumarse a Carta Abierta. Pero todo llega. No hay que ponerse ansiosos. Es la presidenta la que reparte los certificados. Si Cristina lo decide te convierte en un par de horas en un hombre nacional, popular, democrático y progresista, como a Mario Ishi o a Gerardo Martínez, otro de los lectores fanáticos de Página 12 que aman a Teresa Parodi y que por supuesto, van desde siempre a la marcha de las Madres de Plaza de Mayo. Ese paso de un lado para el otro se produce además a la velocidad de la luz. Ya se sabe que si Cristina tiene ADN peronista es por su pragmatismo carente de toda culpa y remordimiento. Ella dice que Ishi es progre y listo. Ella coloca a Gerardo Martínez a su derecha en la Casa Rosada y lo llena de elogios y se terminó. A partir de ese momento Gerardo dejó de ser gordo, menemista, millonario y agente de la inteligencia militar durante el terrorismo de estado.
El mecanismo funciona al revés con la misma liviandad. Los que se cruzan de vereda porque se sienten desilusionados o traicionados pasan a ser el diablo destituyente. Allí está Hugo Moyano, ex socio de políticas y negocios, hoy convertido en un traidor, cómplice de Clarín y de la Rural. Ese lugar del enemigo al que se condena a los ex amigos se está llenando de gente. Allí está Alberto Fernández, Roberto Lavagna, Martín Redrado, Alfonso Prat Gay, Gustavo Béliz, Miguel Bonasso y cientos de ex compañeros. Y mas temprano que tarde estarán Daniel Scioli y José Manuel de la Sota. Acuérdese de lo que le digo. Dentro de poco, medido en tiempos históricos, los gobernadores de Buenos Aires y Córdoba estarán en el eje del mal junto a todos estos nombres, todos comandados por la derecha mediática y golpista que como todo el mundo sabe está integrada por todos lo que no son cristinistas. Así de implacable es Cristina. Así de voluntarista. Con una facilidad notable los históricos amigos se convierten en enemigos y viceversa. ¿O usted escuchó alguna crítica de los organismos de derechos humanos contra Gerardo Martínez? Es uno de los sindicalistas preferidos de Cristina y fue espía de lo peor de los genocidas. Pero nadie dice nada. Hebe Bonafini y Estela Carlotto no dicen nada porque en los diarios del amigopolio K no salió nada. Y hasta que el aparato de propaganda no le baje el pulgar a Gerardo, nadie dirá una palabra. En el kirchnerismo están prohibidos los matices y los tibios. Verticalismo o muerte. Porque si hablan de inmediato serán congelados con una tarjeta amarilla patagónica y, si insisten en su rebeldía, serán expulsados del paraíso K. Y eso es terrible. Se terminan las prebendas, los coches, los celulares, los subsidios. El que no está en el paraíso K pasa directamente al infierno. Se transforma en Satán y por lo tanto debe ser perseguido con la AFIP, la ex SIDE, los grupos de tareas de la blogósfera y por toda la maquinaria del estado. Si algún hereje que se fue quiere volver, debe bancarse un período de reeducación y manifestar varias veces su fe conversa criticando duramente a sus viejos socios en público. Es una prueba de amor. O de sometimiento. Como usted prefiera. La dueña de la varita es Cristina. Y tiene la magia de convertir a los buenos en malos y viceversa. Cosa e mandinga, ch

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
!excelente Sr Alfredo!....Cuanta verdad, y a ésta Sra Viuda No la saca nadie...No digo por Golpe Institucional, sino porque tiene una avaricia del Poder sin miramientos y sin Inteligencia, Quiero decir que a toda costa está enquistado detras de "Ella", un Poder tenebroso para todos los Argentinos de Bien.....¿Que habremos echo mal para merecernos ésto????.....saludos